Desilusionarse duele. Duele lo suficiente como para poder motivarte fuertemente a encontrar otra manera, mejor, de hacerlo. Cuando algo no está a la altura de tus expectativas puedes optar por enojarte, sentir resentimiento, frustración o desanimarte. O puedes proponerte mejorarlo. La desilusión resulta ser un maestro diligente, efectivo y muy personalizado. Las fuertes lecciones aprendidas en medio de una desilusión pueden seguir estando en ti por siempre. Una vez que has experimentado la desilusión, lo peor ya ha pasado. Y estás listo para transformarla en algo valioso. Has pagado el precio. Así que avanza y cosecha sus frutos. En la desilusión están las semillas de una verdadera mejora, de un verdadero progreso. Nutre esas semillas con nuevas fortalezas y transforma cada desilusión en un éxito rotundo.
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